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La Fontana Rosa: el jardín de Blasco Ibáñez en Menton


«Una de las primeras mañanas del otoño de 1923. Estoy sentado en un banco de mi jardín de Mentón. Árboles, estanques, arbustos floridos, pájaros, peces, parecen esta mañana completamente distintos a los que veo diariamente. […]» Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867- Mentón, Francia, 1928) en La vuelta al mundo de un novelista. Vol. 1 (Capitulo 1. En el jardín de Mentón).


En ese jardín se despedía Vicente Blasco Ibañez de su vida sosegada en la lujosa villa de la Costa Azul, para emprender un viaje alrededor del mundo a bordo del Franconia y que duró seis meses. Las vivencias y relatos de ese periplo quedaron reflejadas en esa novela.
La residencia que dejó en ese tiempo está situada en Mentón, Alpes Marítimos (Provenza-Alpes-Costa Azul). Hoy visitamos La Fontana Rosa, también llamada «Le Jardin des Romanciers» (El Jardín de los Novelistas), donde el escritor valenciano se trasladó en 1920 junto con su segunda esposa Elena.  Le atrajo especialmente el carácter casi tropical del jardín, rodeado de ficus, palmeras y plataneros.
Al instalarse allí, Blasco Ibañez remodeló el jardín para dejar su sello personal. Para ello, ordena a su amigo el escultor ruso Leopold Bernstamm una serie de bustos de bronce para ubicar en los senderos del jardín, creando una especie de “panteón de la literatura”: Flaubert, Balzac, Dostoievski, Dickens, Cervantes y otros muchos escritores están representados en este jardín.
Por otro lado, está también el sello de jardín español a través de columnas, pérgolas cubiertas de rosales trepadores, glorietas cubiertas con glicinias y agua corriendo por fuentes que recuerdan a los patios andaluces.
Para invitar a la reflexión y la lectura, podemos encontrar en el jardín numerosos bancos de cerámica, española y de Mentón, de vivos colores.  Un jardín con elementos de clara inspiración andaluza y árabe, con especies botánicas mediterráneas y que en alguna ocasión se ha relacionado con el estilo que su amigo Joaquín Sorolla impregnó en su casa de Madrid y que os mostraba en esta entrada.

Hasta aquí, todo estaba dicho en el blog, porque este texto lo escribí y publiqué hace cuatro años (ver aquí). Pero las fotos de entonces no estaban actualizadas y presentaban un jardín cuyo aspecto impecable, al parecer, nada tenía que ver la realidad en aquel momento (2013). Tenía pendiente una actualización, era como una espina clavada. Ahora, las fotos realizadas por Sergey Karepanov el pasado mes de mayo de 2017 me han permitido dejar zanjado ese asunto. Todas las imágenes que se incluyen en este post corresponden a esa fecha. 
Este jardín de estilo Belle Époque fue catalogado Monumento Histórico en 1990. En la actualidad está siendo rehabilitado y sólo se puede visitar mediante cita con el servicio de patrimonio local. El paso del tiempo ha dejado huella, ya lo creo, como lo ha hecho también el tiempo de abandono. Pero la esencia de lo que Blasco Ibáñez quiso construir se percibe. Una excentricidad que le permitió inspirarse y seguir escribiendo, lo que le da sentido a ese jardín.
«Cuando estoy cansado, salgo al jardín llano, subo las escaleras al jardín superior, contemplo la inmensidad del Mediterráneo, los golfos y promontorios de los Alpes y vuelvo a mi biblioteca para seguir escribiendo …  Mi jardín es quizás la herramienta de trabajo más importante de todos «.

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