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Umberto Pasti. Perdido en el jardín (paraíso) de Rohuna en Marruecos

Jardín de Umberto Pasti en Rohuna, Marruecos
Jardín de Umberto Pasti en Rohuna, Marruecos

Su empeño se basa en recuperar las especies botánicas asediadas por el cemento, un empeño que se convirtió en jardín, cuando Umberto Pasti compró un terreno en una ladera pedregosa sobre el mar, al sur de Tánger, Marruecos.

Umberto Pasti, escritor, periodista y diseñador de jardines, divide su tiempo entre Milán y Marruecos. Mencioné en su día uno de sus libros (Jardines. Los verdaderos y los otros) y hoy quería hablar de uno de sus jardines, sobre el que acaba de un publicar otro libro (en italiano) titulado Perduto in Paradiso (Perdido en el Paraíso).

El paraíso donde se perdió Umberto Pasti

El libro Perduto in Paradiso habla de su experiencia en el ya célebre jardín de Rohuna, una localidad a 60 km al sur de Tanger, donde Umberto Pasti creo un jardín paradisíaco con un claro objetivo: recuperar, conservar y proteger la flora nativa de esa zona para las futuras generaciones en Marruecos.

Umberto Pasti es de Milan y llegó a Marruecos hace 30 años. Inicialmente compró una casa en Tánger, donde creó un mágico jardín, en el que introdujo exuberantes plantas de hojas grandes y flores exóticas que prosperan bien en esa región.  Pero, dice, esas flores no le hablaban tanto como lo hacían las flores silvestres cuando era niño. Aun así, aprendió a amarlas y se convirtió en jardinero. Ahora, también hace jardines para otras personas.

Eso es lo que comentan en un reportaje que publicaron el pasado mes de marzo en la revista británica House and Garden. Continúan diciendo que, aunque el jardín que diseñó y creó en Tánger es realmente encantador, la verdadera pasión por la jardinería de Umberto Pasti se refleja en ese jardín que construyó en Rohuna.

Jardín de Umberto Pasti en Rohuna, Marruecos

El inicio de esa aventura hay que buscarlo en aquel día que fue a dar un largo paseo a lo largo de ese tramo de costa y, trepando la ladera pedregosa, descubrió el magnífico paisaje costero. Desde el principio tuvo claro que tenía que vivir allí y construir un jardín.

Todo fue posible gracias a la ayuda de un amigo marroquí, puesto que la compra de algunas tierras cerca del pueblo de Rohuna fue una tarea complicada, debido a las desconcertantes divisiones de tierras y las antiguas leyes tribales. Después de muchas negociaciones logró su propósito y ese terreno se acabó convirtiendo en su paraíso. Un paraíso que contrasta con otros destinos conocidos en Marruecos.

El jardín en Rohuna

El jardín de Umberto Pasti en Ruhana va más allá de lo que se suele esperar de un diseño de jardines. Para él, no es un lugar donde plantas y flores se reúnen de forma armónica y bien estructurada con fines ornamentales o productivos.  El esperaba más de ese jardín, porque cuando descubrió el terreno, lo que comprendió es que la diversidad de flora que allí residía estaba siendo amenazada por la creciente construcción de edificios sin ningún control. 

Supongo que tampoco pretendía convertirlo en una especie de jardín botánico. En realidad, aquél terreno con una ubicación envidiable se acabó transformando en una especie de hospital de campaña (de plantas, se entiende), un jardín salvajemente bello, donde las plantas nativas tenían siempre prioridad. Una protesta y, por qué no, una denuncia.

Jardín de Umberto Pasti en Rohuna, Marruecos

Cuando Pasti comenzó a construir el jardín y su hogar fuera de la polvorienta ladera, contó con un equipo de lugareños. Comenta la primera dificultad con la que tuvo que sortear, porque «Durante cientos de años, ésta era una zona de producción de carbón, por lo que todos los árboles habían desaparecido, las colinas estaban desnudas y la tierra estaba cocida». Ese fue el motivo por el que la construcción del jardín acabó siendo una obra titánica, donde hubo que transportar cientos de toneladas de tierra vegetal y estiércol. A esas idas y venidas con mulas cargadas de tierra, se iban sumando numerosos contratiempos que hacía esa misión aún más severa.

Jardín de Umberto Pasti en Rohuna, Marruecos

Hoy en día, ese jardín es un paraíso de árboles con sombra, vegetación enmarañada y flores que se juntan en terrazas conectadas por muros de piedra serpenteantes. La misma piedra, cuidadosamente excavada de la tierra a mano, se ha utilizado para hacer la modesta casa en la que se aloja Umberto Pasti cuando vive allí.

El agua se llevó al jardín por medio de un pozo de 90 metros de profundidad. ‘Antes de, las mujeres del pueblo tendrían que caminar tres millas hasta la fuente para recoger agua; ahora pueden venir a buscarla”.

Iris marroquíes y mucho más

En cuanto al diseño de plantación, tuvo claro que las especies con las que llenaría ese jardín iban a ser de plantas autóctonas marroquíes. Se trataba de conservar y proteger la flora de la zona y esa protección incluyó también, el “rescate” de algunas especies, porque parece ser que Pasti comenzó a visitar los lugares donde se estaba construyendo y, literalmente, arrebataba los bulbos de Iris de Tanger(Iris tingitana) de debajo de las excavadoras. Bulbos que plantaba después en su jardín de Ruhana.

En total, encontró 18 bulbos de iris marroquíes, plantando la mitad de ellos en su jardín y enviando el resto al Jardín Botánico de la Universidad de Oxford, donde todavía prosperan. Uno de sus más notables logros ha sido Iris filifolia, una especie de iris de color púrpura que estaba destinado a morir a los pies de las carreteras y aparcamientos que se construían sin ningún control.

Hoy en día, el Iris de Tanger (Iris tingitana) ha encontrado un refugio seguro entre los olivos y almendros. Con flores esculturales azul púrpura que aparecen en enero y febrero, es uno de los seis iris marroquíes que se pueden encontrar en ese jardín, donde florecen en sucesión durante todo el año. Otro iris, el amarillo pálido Iris juncea var. numidica, estaba casi extinto cuando él lo vio crecer al lado de la carretera. «Lo había estado buscando durante años y allí estaba, casi perdido en medio de algunas obras de construcción».

Además de Iris y otras plantas autóctonas, en las terrazas próximas a la casa se permitió la licencia de alejarse de su plan original, plantando otras especies no nativas. Para ello contó con la ayuda del botánico belga Bernard Dogimont. Introdujeron, entre cientos de plantas, grupos de rosas, ágaves, lirios perfumados y erythrinas.

Supongo que no es tarea fácil condensar en un solo libro toda la historia que acompaña a la construcción y desarrollo de este jardín, pero, conociendo su sensibilidad y talento como escritor, es fácil adivinar que su relató sabrá conducirnos hasta su arcadia, para formar parte de ella.

«Un jardín debe estar hecho con honestidad y con amor», concluye. «Para mí, un jardín tiene que ver con las plantas y las personas, más que con el diseño y la estética. Es real». 

Fotos (2016) © NGOC MINH NGO | Fuente House and Garden



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