No os acomodéis mucho que nos vamos de viaje. Esto es un no parar, de acá para allá. Somos todos viajeros intrépidos en busca de algo interesante que nos sorprenda ¿no?. Estamos de suerte. Hoy nos vamos a la India. Concretamente a la ciudad de Chandigarh, situada al norte del país y donde existe una gran concentración de obras de Le Corbusier, uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, un visionario que creía en la capacidad de cambiar el mundo a través de la arquitectura. Bien, pues en esa ciudad precisamente nos encontraremos el Rock Garden.
En
1957 un funcionario del gobierno
llamado Nek Chand
empezó
la construcción de un jardín en su tiempo libre. El jardín que fue creando lo componían residuos
urbanos e industriales: esculturas
hechas de chatarra y otros desechos como botellas, vasos, azulejos, vasijas, cerámica,
pulseras entre otros materiales. Piedras y cantos rodados que transportaba
con la ayuda de la bicicleta desde un cerro cercano. Cogía todo lo que caía en
sus manos. Todo le servía, cables,
enchufes, tapas de botella, hasta pelo humano que de las peluquerías. La
premisa: nada, absolutamente nada se tira, porque todo se puede reutilizar. Pretendía
crear algo así como un reino perdido,
para lo que eligió un lugar situado en un bosque cercano a Suknha y una clara
inspiración modernista para el diseño de este singular espacio.
El
problema es que ese terreno estaba protegido, por lo que tuvo que trabajar en
su jardín de manera ilegal, siendo
capaz de ocultarlo durante 15 años. Supongo
que os preguntaréis, cómo lo logró. Yo no salgo todavía de mi asombro.
Cuando
en 1975 las autoridades descubrieron
este jardín, la superficie ocupada ya era casi de 5 hectáreas, todo con
materiales 100% reciclados y
absolutamente sorprendentes. Cascadas artificiales interconectadas, esculturas cubiertas de
trozos de cerámica que dibujan figuras como bailarines, músicos y
animales. Muros construidos con las piedras cuidadosamente
recogidas.
Lo que sucedió al descubrirse este jardín es que toda esa obra estuvo a punto de ser demolida, pero la presión popular logró salvarlo, convirtiéndose en parque púbico en 1976. A Nek Chand se le asigno un sueldo y una plantilla de 50 trabajadores para mantener el jardín. Parece ser que hoy en día, a sus ochenta y ocho años como ochenta y ocho soles, siguen en activo ambos: el autor y su jardín. Ahora se pasean a diario unas 5.000 personas entre 5.000 esculturas: pájaros, tigres, soldados, mujeres y un pueblo, todos fabricados con basura que crean un gran escenario surrealista.
Lo que sucedió al descubrirse este jardín es que toda esa obra estuvo a punto de ser demolida, pero la presión popular logró salvarlo, convirtiéndose en parque púbico en 1976. A Nek Chand se le asigno un sueldo y una plantilla de 50 trabajadores para mantener el jardín. Parece ser que hoy en día, a sus ochenta y ocho años como ochenta y ocho soles, siguen en activo ambos: el autor y su jardín. Ahora se pasean a diario unas 5.000 personas entre 5.000 esculturas: pájaros, tigres, soldados, mujeres y un pueblo, todos fabricados con basura que crean un gran escenario surrealista.
Neck
Chand, sin embargo, no considera su trabajo una expresión artística en absoluto,
sino que lo ve como ‘ingeniería’. Sea como sea, su obra es un claro modelo para representar el concepto de
‘reutilizar-reducir-reciclar’,
es una luz que nos indica que es posible cambiar el destino al que estamos
conduciendo a nuestro planeta.
De
modo que todos contentos. Después de llevarnos el susto, se trata de una
historia con final feliz ¿no os parece?. Vamos a pensar que es así. Si queréis podemos dar un paseo. Tal vez no es un lugar de meditación ni
recogimiento, pero sí son 10 hectáreas llenas de
seres vivos y no tan vivos, un jardín de
esculturas que hacen que solo, lo que se dice solo, sea imposible
sentirse. ¿Vamos?
National Geographic News by Pallava Bagla