Llevan en el Mediterráneo tanto tiempo que es imposible no reconocerlas como parte de nuestro paisaje. En muchas postales de pueblos mediterráneos aparece la chumbera con el mar de fondo. Pero la Opuntia maxima (su nombre científico) vino de América con  los colonizadores y se cultivó para obtener fibra y dar soporte a unas cochinillas, de las que se obtenía un tinte muy apreciado.


Y una cosa llevó a la otra, es decir, se cultivó, se naturalizó y lo invadió todo.  Es algo que está ligado a la historia del hombre y sus desplazamientos  y no debe sorprendernos mucho, pero parece ser que los contras de su colonización han hecho que sea incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, aprobado por Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, con el nombre de Opuntia maxima Miller, estando prohibida en España su introducción en el medio natural, posesión, transporte, tráfico y comercio.


Su resistencia a la sequía y facilidad de reproducción a partir de cualquier pequeño fragmento (restos de poda,  por ejemplo) favorecen su avance. En la Sierra Calderona (Valencia), Islas Columbretes (Castellón) e Isla de Tabarca (Alicante) su proliferación en el medio natural representa ya un serio problema.  Bajo la sombra de la chumbera no crece nada y esto genera pérdida de biodiversidad. Cuervos, lagartos, tordos, zorros, ginetas y jabalíes, buscan  alimento en los suculentos higos chumbos (fruto de la chumbera) y, de este modo, se convierte en el principal propagador de la especie, esparciendo las semillas a través de sus deposiciones.

En la Sierra Calderona, los cuervos  y zorros han favorecido el desarrollo de esta planta,  que avanza con más facilidad en zonas que fueron quemadas por los incendios, y amenaza con transformar el paisaje de la emblemática Calderona hacia modelos similares a los de los desiertos mejicanos.




Montserrat Vila, investigadora del CSIC, llama la atención también sobre un impacto más sutil. Sus llamativas flores atraen a polinizadores en detrimento de las plantas nativas “hasta el punto de que las interacciones planta-polinizador dejan de ser operativas,  lo que afectaría a especies que requieren polinización cruzada para producir semillas”. 

Y  hasta aquí puedo leer porque sé que más de uno se estará empezando a enfadar y, claro, no le falta razón. Hemos crecido con ellas y en los países mediterráneos no podemos dejar de verlas como parte de nuestro patrimonio natural. Es una dura batalla lograr tomar partido en este asunto, pero no está de más dejar patente una realidad. Recordad siempre que, si se tienen plantas exóticas en el jardín,  no debemos dejar los restos de poda en el medio natural.


Sea como sea, la chumbera, tuna o nopal, está ahí, la disfrutamos, sacamos partido de su fruto comestible  y algunos sacan casi petróleo de sus palas. Y para muestra, esta cubierta de chumberas en una casa de Arizona, que realizó el arquitecto paisajista norteamericano Steve Martino en el año 2011.  En este enlace explican los detalles de todo ese proceso, en el que las palas se acaban elevando en busca del sol. Son grandes, en todos los sentidos, las chumberas son muy grandes.

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