A
veces nacen pequeñas flores con intenso aroma a azahar. La mano de Buda (Citrus
medica var. Sarcodactylis ), también conocida como bushukan ブッシュカン (Japonés), es una
variedad de cidra (limón francés o
toronja) con frutos fragmentados como si
fueran dedos y cáscara con una rugosidad especial que la hace más fuerte
que la de otros cítricos.
Árboles
y arbustos frutales que pueden llegar a medir hasta cinco metros de altura. En
Japón y en China se utiliza como planta aromática y su fruto es una ofrenda
típica de los templos budistas.
Estos
limoneros con curioso fruto proceden del noroeste
de la India, pero se dice que pudieron ser los monjes budistas quienes los introdujeran allí procedente del sur de China. Ellos le atribuyeron valores como la
longevidad, riqueza y felicidad.
También
se cree que las tropas de Alejandro Magno introdujeron la mano de buda en Europa y, tras descubrir sus propiedades medicinales, comenzaron a
cultivarla y utilizarla como digestivo, expectorante y tónico. Posteriormente
su uso en perfumería fue cobrando
fuerza.
Los
romanos descubrieron su valor gastronómico, concretamente el néctar
de limón que se extrae de su corteza, que
hoy en día se considera una exquisitez cuando se prepara caramelizada.
El
fruto se suele recoger en otoño y una vez recolectado sobrevive menos tiempo
que el resto de los cítricos. La pulpa
de la mano de Buda es comestible,
aunque no tiene ni el jugo ni la textura de otros cítricos como los
limones. Lo más habitual es utilizar la ralladura de su corteza en repostería o
para dar sabor a algunos licores.
Al
igual que el resto de los cítricos, no requieren cuidados especiales pero hay
que tener en cuenta que no soporta heladas ni sequía. En España, Andalucía y Levante suelen ser las zonas más
adecuadas para su cultivo.
En
el armario o en la cocina, como ofrenda o como fruto, en el gin-tonic o en el
pastel de chocolate. La Mano de Buda: encantados de conocerla.