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Flores de montaña. Senderos del color. Un libro con corazón

Foto via Flores del Pirineo
La vida transcurre a través de diversos senderos. Pueden ser llanos, empinados, escabrosos, largos, cortos… Lo mismo podemos decir de los recorridos o ascensiones que efectuamos en plena naturaleza, pero en este caso, a través de los bosques, en paisajes abiertos o encaramadas en las rocas, nos acompañan las flores. Pueden ser llamativas o diminutas, y pasar así desapercibidas cuando se camina demasiado deprisa.
 

Lo afirma David Hernández Albizuy también dice:

 «Para ver no basta con abrir los ojos; es menester abrir primero el corazón»
 
Cada uno tiene su forma de coleccionar las imágenes de la flora silvestre que encuentra por el camino. Lo he dicho en alguna ocasión y hoy lo haré también. Cuando dejamos de mirarnos al ombligo, descubrimos un mundo aparentemente diminuto que se hace inmenso con nuestra mirada.
 
La flora silvestre la “coleccionamos” en algunos blogs a modo de álbum de recuerdos, como si quisiéramos retener imágenes que nos devuelven unos segundos de satisfacción, esa alegría que se siente cuando descubrimos una planta que comienza a brotar, las flores que vuelve a aparecer cuando le toca su turno (o no…); las que se esconden; las que asoman descaradas; las solitarias y las que se juntan para crear mantos de colores; las pioneras, las que colonizan; las que pelean; y esa que… ¡oh! qué color más bonito, esa no la había visto nunca… eso, no tiene precio. Lo que sí tiene precio, como todos los libros, es Flores De Montaña. Senderos Del Color
 
 
Flores De Montaña. Senderos Del Color

La flora que descubrió con los ojos y el corazón David Hernández Albizu, está organizada y documentada en su libro, un recopilatorio de todos esos detalles que le han acompañado durante toda una vida dedicada a la montaña y el deporte al aire libre. Solo el título invita a echar una ojeada. Nos lo presentan así:

Libro guía de más de 300 especies clasificadas y agrupadas en colores y familias. El libro describe a través de sus páginas cada una de las flores, señalando con detalle sus características, como aspecto, floración, dónde se encuentran y ciertas curiosidades y advertencias así como si están o no protegidas.

El autor ha divido las flores por colores (amarillas azules, blancas y rojas), clasificándolas en la familia a la que pertenecen (cariofiláceas, ranunculáceas, lináceas, orquidáceas, malváceas, compuestas, y un largo etcétera). Comprende 470 fotos en color de flores realizadas a través de los senderos de montaña, con 504 páginas en las que se recogen nombres científicos y populares de las plantas, sus usos y leyendas.

David Hernández Albizu

David Hernández Albizu nació en Tolosa en 1937 pero reside en Ulía, un barrio de San Sebastián. Fue campeón en diferentes modalidades de esquí nórdico y siempre ha estado relacionado con el montañismo, siendo considerado en los círculos de montaña como alpinista. Fue director del Festival de Cine de Montaña de San Sebastián (1979-1985).

Este libro es el resultado de muchos instantes, todas esas imágenes de la flora que ha disfrutado en sus expediciones.

La idea comenzó cuando decidió crear un álbum para sorprender a su compañera. Parece ser que fue efectivo, tanto que decidieron ampliarlo y comenzar la aventura de este libro, un trabajo intenso, ocho años en los que hubo momentos de presión, pero que su autor parece restarle importancia, afirmando que ha sido una labor entretenida y edificante.

En una entrevista que se publicó hace unos días en el Diario Vasco le preguntan ¿Cómo ha llegado a acumular tanto conocimiento sobre las flores? A lo que responde «Paso muchas horas leyendo y siempre estoy buscando libros sobre el tema», dice. «Yo no sé de botánica. Tengo la curiosidad de leer e informarme. Aunque haya hecho el libro no puedo estar presumiendo de conocimientos de botánica. Eso lo dejo para los especialistas, aunque algún botánico me ha dicho que sé más de su especialidad que él».

Foto via Diario Vasco

 

Volvemos al concepto de patrimonio etnobotánico. Algunos recuerdos de la niñez se convierten en una guía de supervivencia en muchos aspectos, incluso en el más literal. «Mi primer contacto con la flor, a partir de los dos años de edad, fue al acompañar a mi familia materna. Recogían plantas medicinales y las preparaban. En mi casa, cuando era niño, la medicina se hacía a través de plantas».
 
También comenta en la entrevista las sensaciones que le transmitían esas flores que descubría, por ejemplo, en el monte Ulía «Llegas al sitio más duro, has sufrido un montón y la tienes allí esperándote y haciéndote compañía. No es la montaña la que te da energía, es que la misma planta te recibe y te da la bienvenida: ‘Has sufrido pero aquí estamos’». Y después de esta frase, obviamente, no voy a añadir nada más. El libro ya lo tengo en lista de espera. 

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