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Jardines y paisajes de Rusiñol en Mallorca, la isla de la calma

Santiago Rusiñol, Pedres velles, Raixa, Mallorca
Santiago Rusiñol. Pedres Velles (Raixa IV), Mallorca
Santiago Rusiñol. Pedres Velles (Jardines de Raixa IV), Mallorca 1902-1907

Mallorca es recuerdo de numerosos personajes. Es más que una isla mediterránea. Muchos artistas y personalidades de diferentes lugares del mundo han dejado su huella. Entre entre ellos Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931), que la descubrió durante la primavera de 1893. En esa primera visita a Mallorca, quedó seducido por una  isla, cuyos paisajes y jardines le ofrecían valiosas fuentes de inspiración, no solo para la pintura, sino también para la literatura.


Ver también: Raixa, jardines neoclásicos y románticos en una posesión de Mallorca


Volvemos a Mallorca, a su paisaje, su luz y belleza. Volvemos a una isla a la que también volvió Rusiñol en 1902, cuando él y Joaquín Mir recibieron el encargo de realizar una serie de plafones para decorar el edificio modernista del Grand Hotel de Palma, que había proyectado Lluís Domènech y Montaner.

Santiago Rusiñol Mallorca
Santiago Rusiñol. Anfiteatro Verde, vista a los jardines de Sa Coma, Mallorca, 1906

Santiago Rusiñol y la isla de la calma

A veces conocido como el ‘pintor catalán de jardines’, el pintor, escritor y dramaturgo español Santiago Rusiñol (Barcelona, 1861 – Aranjuez, 1931) demuestra en muchas de esas obras su dominio de los sutiles matices de la luz en diferentes momentos del día. Sin artificios, sumerge al espectador en una dulce y solitaria contemplación de la abundante vegetación de los jardines y paisajes que modela en sus pinturas.

Santiago Rusiñol Mallorca
Santiago Rusiñol. Brollador del faune, Mallorca, 1902
Santiago Rusiñol Mallorca
Santiago Rusiñol. Jardín de las Elegías. Son Moragues, Mallorca 1902
Santiago Rusiñol. Claustro de Georges Sand, Mallorca 1905
Santiago Rusiñol. Claustro de Georges Sand, Mallorca, 1905 | Museu Nacional d’Art de Catalunya

La fascinación de Rusiñol por los paisajes y jardines de Mallorca surge en 1899, año en que visitó la isla para recuperarse de un problema de salud. A partir de entonces, volvió a la isla con regularidad, explorando cada rincón de su paisaje luminoso.

Retrato de Santiago Rusiñol pintando en Mallorca
Santiago Rusiñol pintando en un rincón del jardín de la posesión de Son Angelats, en Sóller, Mallorca 1905 | © Guillem Bestard
Santiago Rusiñol. Flors Blaves, 1905 (jardín de la posesión de Son Angelats, en Sóller, Mallorca) | Museu del Modernisme

En esa época, fascinado por los paisajes luminosos, los patios, la luz, el agua y el sosiego de la isla, comenzó a expresar con la pintura su forma de mirar y sentir Mallorca. Dicen que la Serra de Tramuntana lo cautivó desde el primer momento, lo que indujo a que sus estancias en la isla fueran cada vez más frecuentes. Algunos de los cuadros de Rusiñol más conocidos están inspirados en los lugares que habitó allí, como el barrio del Terreno en Palma, Pollença, Cala de Sant Vicenç, Sóller, Valldemossa y Bunyola, donde residió.

Entre todos esos rincones de Mallorca, parece ser que la luz de Valldemossa fue una fuente particular de inspiración para Rusiñol. Allí realizó una treintena de obras, en ocasiones abordando la misma visión con varios años de diferencia, y les dedicó una exposición en Barcelona en 1903.

Santiago Rusiñol. L’estret de Valldemossa, Mallorca ca. 1903-1904
Santiago Rusiñol Jardín de Montaña (Sa Coma, IV). Mallorca, 1904
Santiago Rusiñol. Masía blanca (Bunyola, Mallorca), 1902 | Museu Nacional d’Art de Catalunya
Santiago Rusiñol. Jardín de Sa Coma. Valdemosa, Mallorca, 1904

Los expertos apuntan que los óleos que Rusiñol pintó en Mallorca figuran entre las obras más serenas de su obra. No en vano, el artista se refirió a esa isla como L’illa de la Calma (La isla de la calma), titulo de libro que publicó en 1922 sobre esa isla.

Un idilio con la naturaleza. Ese paraíso para quienes se establecieron en la isla hacia el  1900; un alto en el camino en contraposición a la sociedad industrial y materialista que Rusiñol rechazaba. Paisajes, flores, patios y sosiego.  Eso es mucho de lo vio y vivió en Mallorca, mucho de lo que era la isla en aquella época. Mucho de lo que queda, si sabemos mirarla. 

Santiago Rusiñol. Atardecer, Biniaraix (Valle de Sóller) Mallorca, 1906 | Museu Nacional d’Art de Catalunya


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