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Paisajismo, jardinería y algún que otro bandolero

Erigeron karvinskianus


En mis años universitarios ya se empezaba a hablar de las “autopistas de la información” y eso impresionaba… Hablo de una época en la que los móviles solo podían tenerlos algunos privilegiados, unos móviles que pesaban un demonio y medían casi medio metro (aproximadamente…).
Una época en la que prácticamente ningún universitario tenía todavía ordenador. Bueno, yo sí, creo que era la única de mi promoción, pero no porque fuera una privilegiada, ni mucho menos, sino porque tenía algún que otro año más que ellos y ya trabajaba. El ordenador, entonces, ya formaba parte de mis herramientas de trabajo.
Qué inocentes éramos ¿autopistas de la información? En una autopista la velocidad está limitada y todos circulamos en un mismo sentido. Todos seguimos la ruta que marca la letra y número de esa autopista. Todos salimos y accedemos a ella por el camino que se nos indica.
Internet no es eso, ya lo sabemos, pero lo sabemos ahora. Mientras tanto, durante algunas décadas hemos creído que era un privilegio disfrutar de ese avance, de esa opulencia y fácil acceso a la información.

Pero no. No hemos avanzado nada. La información sigue circulando por donde le da la gana, en el sentido que les interesa a quienes tienen el poder de marcar la ruta. La información se salta semáforos, se sale de la carretera y cruza campo a través para llegar, vaya usted a saber cómo, al destino que han marcado quienes la manejan.
¿Tienes un blog? Pues adelante, escribe, crea, discurre, llénalo de datos. Internet es magia pura. Lo que escribes y publicas hoy, no solo lo pueden llegar a leer miles de personas en todo el mundo en unos minutos, sino que, además, lo pueden llegar a copiar miles de personas más en unos segundos. Mientras tanto, Google decide qué web, entre las que “comparten” esa misma información, resulta más rentable. En función de ello, le asigna una nota (SEO) y a partir de entonces, lo que tu escribes, si no has aplicado sus principios (de SEO), ya no vale nada, porque nadie lo lee. Leen, porque Google así lo ha decidido, a quien ha copiado a esa web, porque tiene el mérito de haberse sabido posicionar, repito, vaya usted a saber cómo. Es esa web que estaba en la salida de la autopista, como un atracador, esperando tu información. Y eso, señores, a Google le importa poco. 

Google es una empresa que quiere ganar dinero con la publicidad, no con los contenidos. Google funciona con logaritmos. Con números. Tú tienes que publicar con frecuencia, si es a diario, mejor. Google sólo sabe contar palabras, sin son más de 500, mejor. Google solo valora tu esfuerzo si pones nombre a las fotos que identifiquen su contenido, porque con ello gana efectividad el buscador. Google solo valora tu esfuerzo si añades información al Alt de las fotos, para facilitar trabajo al buscador. En definitiva, Google solo valora tu esfuerzo, si antes has trabajado gratis para ese buscador. 

Pero si ese esfuerzo que tú haces para que Google te “tenga en cuenta” te lo roba otro, a Google poco le importa porque, si le resulta más rentable, posiciona en el buscador al otro y sigue con su trabajo.  Estamos todos a merced de Google y de algunos “listos” que han descubierto la manera de ganarse la “simpatía” de Google sin el menor esfuerzo.
Hace casi tres años denuncié en el Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil a una web que copiaba a diario los contenidos de este blog. Por supuesto, atendieron mi denuncia. Me gasté cerca de 20 euros en conseguir copias con valor legal de algunos de los plagios y eso me ayudó a que el proceso siguiera su curso. Hace unos meses, los padres de quien robaba los contenidos me llamaron, asustados, porque tenían que declarar ante el Juez junto a su hijo.  Yo dejé que continuara el proceso. Para algunos no he sacado nada de valor. No, eso no es así. Yo no denuncié para obtener alguna recompensa económica. De hecho, no la he pedido. Yo solo denuncié para que cesara esa actuación, y lo conseguí dos meses después de mi denuncia. Yo denuncié para evitar que esos delincuentes salgan impunes, y lo conseguí, porque meses después dejó de copiar a otros blogs y desapareció la web. Yo denuncié para que nadie se piense que todo el campo es orégano y en ese punto… en ese punto continuo.
Hoy se repite la historia. Tengo que agradecer a Ángel Méndez, paisajista, y también bloguero, por escribirme informándome de que el artículo sobre los Patios de Córdoba del pasado día 3 mayo había sido copiado por una web de “paisajismo y jardinería”. Después, comprobé que había más contenidos copiados. 

Spam, yo a esas webs las llamo así, porque en realidad solo pretenden vender, vaya usted a saber qué productos. Como necesitan posicionarse adecuadamente en Google, lo primero que tienen que hacer es estar activos en la red, escribir, escribir, publicar, publicar… Pero eso es mucho trabajo para un sinvergüenza. Lo más práctico es copiar y pegar.  Y ya está ¿qué más da? Google, que es el jefe, nunca se va enterar de eso.

En fin. Puede sonar derrotista mi argumento, pero no es mi intención. Todo lo contrario. Mi intención es denunciar. Decir, no me importa que me tachen de troll por ir denunciando y sacando los colores a aquellos que pillo robando contenidos. No sé si me beneficia o no personalmente. No sé si eso dañará la posición en Google de mi blog. Pero lo que sí tengo muy claro es que eso es lo que tenemos que hacer quienes nos tomamos la molestia de redactar textos, de buscar información, de contrastarla, de traducirla, de hacer fotos, de localizar fotos, de formatearlas, de pedir permisos, de trabajar.

No debemos renunciar a nuestros derechos. Si lo hacemos, estamos perdidos, porque no se trata solo del contenido de un blog, es mucho lo que nos pueden robar por el camino, porque en las salidas de las autopistas de Internet hay muchos bandoleros.


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