¿Qué se puede decir de la
Alhambra y el Generalife que no se haya dicho antes? Poco. ¿Qué se puede añadir
a la belleza que descubren nuestros ojos al observar su riqueza arquitectónica
y el paisaje que le rodea? Nada. Pero eso no significa que nos cansemos de
mirarla. Eso nunca. Porque hay maravillas que se han creado para que todos
podamos fascinarnos una y otra vez, sin que el paso del tiempo nos haga perder ni
ápice de interés.
Labrar las
huertas
Hace un par de años, en el blog descubrimos que para labrar las huertas del Generalife se utilizan técnicas tradicionales. De hecho, en el sitio web del Patronato de la Alhambra nos cuentan que desde el siglo XIV hasta hoy, el Generalife ha mantenido en sus huertas la explotación agrícola mediante técnicas tradicionales aplicadas y transmitidas, de forma ininterrumpida a lo largo del tiempo.
Aunque el
Generalife era una finca de recreo, su carácter rústico, la posibilidad de ser
regada y la necesidad de productos para el consumo dieron lugar a que en las
laderas existentes entre la muralla de la Alhambra y el Palacio del Generalife
se cultivaran las tierras para su explotación agrícola. Estas huertas han sido
labradas con el mismo sistema de cultivo desde el siglo XIV hasta la
actualidad, con las mismas técnicas que se empleaban en la época de los
sultanes.
Los jardines y
sus plantas
Si seguimos leyendo, desde el Patronato también nos cuenta que la labor de conservar los jardines a lo largo del año, para que esté a la altura de lo que se espera de ellos, requiere de un enorme esfuerzo por parte de sus jardineros. Se utilizan más de 80.000 plantas de flor al año. Para tal fin, el Servicio de Jardines, Bosques y Huertas cuenta con dos semilleros en plena producción dedicados a abastecer gran parte de estas necesidades.
Las semillas
Es interesante destacar que las semillas que utilizan en sus siembras también proceden de los jardines. Las recogen de forma periódica los propios jardineros cuando llega el momento óptimo de realizar esta labor, normalmente durante el otoño, aunque depende de cada especie. De forma continua se realizan labores de selección, limpieza, registro y almacenaje de semillas.
De esta forma, no sólo
se produce un ahorro importante en la adquisición de planta, sino que, además,
se garantiza la conservación de las características fenotípicas (es decir, de
su aspecto estético) y genéticas de las especies que aquí se vienen cultivando
con éxito desde hace muchos años. De hecho, en la actualidad, ya es posible
encontrar allí algunas variedades y cultivares de plantas que ya no se producen
en viveros, por lo que se puede afirmar que los jardines de la Alhambra y del
Generalife suponen un pequeño reservorio genético de enorme interés jardinero y
cultural.
El agua
También nos cuentan que las albercas de la Alhambra son elementos genuinos que representan los diferentes usos y funciones que una estructura puede desempeñar en la cultura islámica. Juegan un papel esencial en el sistema hidráulico de la ciudad, que funciona a base de una red de vasos comunicantes, distribuidos estratégicamente por todo el recinto, aprovechando las diferentes cotas y desniveles del terreno, por los que se gradúa la presión del agua y la distribuyen por todos los sectores. Ello pone de manifiesto el profundo conocimiento que los constructores nazaríes tenían del terreno, así como su dominio de la ingeniería hidráulica.
No falta mención a una
modalidad de fuente que se denomina esquemática, muy frecuente en la Alhambra.
Se encuentran rehundidas en el pavimento, enrasado su borde con el suelo de la
estancia o ligeramente resaltado. Con muy poca profundidad, suelen mantener el
nivel de agua, que brota a borbotón de un ancho caño, no muy elevado. Un
sumidero de sección proporcionada hace que el agua se deslice suavemente, pero
con rapidez, originando sutiles ondulaciones que, al reflejar la luz,
"resplandecen como un dinar", según el texto árabe.
El arrayán
morisco
Es posible que no nos cansemos de buscar detalles. Entonces, podemos descubrir que la planta más característica de la Alhambra es el Myrtus communis, mirto o arrayán, término procedente del árabe al-rayhan, que significa "el aromático", por el olor que los aceites esenciales de sus hojas desprenden al frotarlas. El Patio de Comares o de los Arrayanes toma su nombre de los grandes macizos de arrayán que bordean la alberca en sus lados mayores.
Entre sus variedades destaca el arrayán morisco Myrtus
baetica, de hojas de mayor tamaño, citado en los textos de los siglos XVI
y XVII y utilizado ampliamente en los jardines granadinos, del que hoy quedan
escasos ejemplares en la Alhambra, algunos centenarios. En la actualidad, su
recuperación es objetivo prioritario.
El laurel
En los Jardines Románticos del Generalife, cerca de la Escalera del Agua, existe un laurel (Laurus nobilis) que presenta una curiosa forma de mujer, con piernas, tronco, y brazos alzados de donde salen ramas y hojas, que se relaciona con el mito griego de Dafne y Apolo.
La particular
capacidad para “autoinjertarse” de esta especie hace que a veces se presenten,
como en este caso, extrañas figuras de mujer. Lo que no saben bien desde el
Patronato es si fueron estas sugerentes formas naturales las que despertaron la
imaginación de los antiguos griegos para inventarse este mito.
Yo he encontrado un artículo -La leyenda de la guitarra. Dafne, el Laurel- en el que se dice que, según la leyenda, Apolo elaboró la primera guitarra con este árbol, conservando su origen femenino mediante las líneas curvas de su cuerpo y, también, la tendencia de volverse a menudo caprichosa e imprevisible.
Y es que la Alhambra nunca deja
de sorprendernos, pero … ¿qué se puede decir de la Alhambra y el Generalife que no
se haya dicho antes?
Fotos KARL GERCENS (abril, 2018)
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