
El manzano es un fruto demasiado bueno “como para haber dado el fruto prohibido”. El Ginkgo biloba se hizo conocido en Japón como el "portador de esperanza" después de que aparecieran brotes de ginkgo en medio de la destrucción de la bomba atómica. Se dice que a la higuera (Ficus carica) le gustan "sus pies en el infierno y su cabeza en el cielo", debido a su tendencia a crecer bien en suelos pobres. Los nativos americanos enseñaron a los colonos blancos del Kentucky del siglo XVIII a tostar y moler las semillas del árbol de café de Kentucky (Gymnocladus dioica) para crear un sustituto del café.

No cabe dudad de que la emergencia climática ha devuelto a los árboles el protagonismo que nunca debió perder. Un interés creciente que surge porque comenzamos a verlos como un aliado potencial para combatir el cambio climático. Tal vez demasiado tarde, pero todo lo que sirva para descubrirlos, recordarlos y valorar todo lo que nos han ofrecido hasta la fecha y pueden seguir ofreciendo debe tener su generosa bienvenida.

Los autores del libro son Kevin Hobbs y David West. Kevin Hobbs es cultivador y jardinero profesional con más de tres décadas de experiencia en el sector hortícola. Fue director de I+D de Hillier Nurseries, en Hampshire, Reino Unido, y actualmente trabaja para Whetman Plants International en el desarrollo de nuevas plantas. Ha realizado labores de asesoramiento para la Corona en Frogmore House y cultivado las plantas del Parque Olímpico de Londres. David West lleva cultivando árboles treinta y cinco años y ha estudiado en los Viveros Hillier. Dirige su propio negocio de viveros, el cual está especializado en la producción comercial de árboles raros y otras plantas poco comunes.
Por cierto, que he descubierto que, en el siglo XVIII, el fruto del junípero o enebro común (Juniperus communis) supuso la ruina de las clases trabajadoras y el comienzo de la era de la embriaguez extrema y los disturbios civiles en Inglaterra conocida como Gin Crace (la locura de la ginebra). Bueno, en realidad el enebro no fue el culpable, claro, al menos no el instigador, sino los empresarios que a veces pagaban el salario en gin. Vaya locura. El resultado fue que, en solo un año, 1742, la venta de ginebra superó solo en Londres los 7 millones de galones, una época en la que su población era de poco más de 750.000 habitantes. Menudo quilombo. Adoro este árbol, por cierto.
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