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Mata Mua: Érase una vez Paul Gauguin

De la asignatura ‘Movimientos Artísticos Contemporáneos’ recuerdo con especial cariño a la profesora que nada más entrar en el aula encendía el proyector y apagaba la luz. Es un recuerdo mágico para mí, porque anunciaba que el espectáculo estaba a punto de comenzar. Eran tiempos de modestas diapositivas, pero que te transportaban a un mundo de fantasía, al imaginario de aquellos creadores que habían pasado a la historia por su genialidad.

La ilusión de aquel comienzo de la clase era como regresar a los tiempos del colegio, cuando al oír el timbre que anunciaba el tiempo del recreo, los sentidos se despertaban llenos de júbilo. Aquella asignatura era igual, os lo aseguro, un recreo, y hasta sus exámenes, que realizaba con el mismo método, parecían un juego. Una contrarreloj en la que,  frente a una imagen proyectada en la pared, tenías que identificar la obra y el autor y resumir lo que sugería aquella pieza.  Y todo ello en un tiempo récord, porque rápidamente venía la siguiente diapositiva.

Pues bien, del mismo modo que han hecho los investigadores de Cullera con su reciente hallazgo botánico, si existe la reencarnación y tengo la suerte de ser artista en mi otra vida, le dedicaré alguna de esas obras a Pilar Aumente, por haberme inculcado el amor al arte, en el mejor sentido posible.

 

Mientras tanto, os diré que en esa época inauguraban en Madrid el Museo Thyssen y tuve la suerte de visitarlo cuando el olor a pintura en sus paredes, de color salmón suave,  todavía hacía cosquillas en la nariz. De todas las maravillas que se pueden encontrar en ese museo, siempre me quedaré con una pieza de Gauguin ‘Mata Mua’ (Érase una vez).  Apreciar los colores planos de este pintor lo aprendí en el aula,  pero la sensación no se aprende, se descubre frente al cuadro. Y eso fue lo que me sucedió. Al ver aquellas montañas inmersas en un paisaje exótico, con las mujeres adorando a la diosa de la luna, Hina, descubrí cómo una obra sin relieve puede absorberte, cobrando más dimensiones y sumergiéndote de lleno en un paisaje lejano, en nuestros orígenes más primitivos; con un colorido exótico,  pero turbador a la vez. Un canto a la vida que probablemente ansiaba el autor.

 

Mata Mua (Érase un vez) | Paul Gauguin, 1892

Por eso, aprovechando la exposición ‘Paul Gauguin: un viaje a lo exótico’ que está a punto de inaugurarse en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, quería traeros algunas de las imágenes que podrán disfrutarse en esta exposición temporal desde el día 9 de octubre hasta el 13 de enero de 2013.

 

En la exposición se muestra la huella que dejó su obra en los expresionistas alemanes y los fauvesfranceses a principios del siglo XX. Se trata de un viaje al mundo exótico, con todo lo que ese término sugiere, aventura, éxtasis, placer y también, por qué no, algo de abismo y tormento, como el que rodeó a buena parte de la obra de Gauguin.

 

El viaje a Taití y sus islas en busca de nuevos escenarios, queda brillantemente reflejado con la selección de las obras que se podrán visitar en la exposición, cuyos escenarios reales han sido minuciosamente localizados.

Sus cuadros reflejan paisajes que te transportan a la naturaleza exótica y a las personas y costumbres maoríes sin apenas tener que esforzarte en imaginar lo que él mismo buscó en Taití, en su empeño por encontrar un paraíso soñado, un mundo mejor. Y, parece ser que, solamente al final de su vida, desengañado y convertido en un renegado, Gauguin dejaría de soñar.

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