Creció
en Mornington Peninsula, al sudeste de Melbourne. El ímpetu del mar, sus relieves, la experiencia
vivida al navegar o surfear en situaciones extremas en
la impredecible costa sur de Australia, le
enseñaron a respetar y trabajar con esas fuerzas naturales.
Bernard Trainor comenta que entró por la puerta de atrás en el paisajismo. Cuando tenía 18 años ingresó en
un programa de prácticas de horticultura en Holmesglen College en Melbourne,
que consistía en cinco años de enseñanza -mitad teórica y mitad práctica- de jardinería y horticultura. Allí descubrió
que le gustaba “poner plantas juntas” y se dio cuenta de que el modelo de jardín
inglés propio de un clima húmedo y frío, no funcionaba en absoluto en la árida
Australia.
Se
diplomó en la Escuela de Jardinería Inglesa de Chelsea Physic Garden en Londres y trabajó como jardinero para la prestigiosa
paisajista Beth Chatto, maestra en esa práctica de “elegir la planta adecuada en
el lugar adecuado”. Confiesa que fue allí donde se enamoró de las plantas y de la importancia
de éstas en el diseño de paisajes. En 1995 fue contratado para dirigir un
estudio de diseño en San Francisco. Al instalarse allí, le sorprendió la belleza
de la costa de California, que le recordaba a su tierra natal. En 2002 se trasladó a Monterey, cerca de San Francisco, donde creó su propio estudio.
Desde
entonces, su trabajo se ha movido inspirado por lo que el llama “espíritu de
Monterey”, en el que se mezcla la fuerza
de la naturaleza con un orden controlado; y donde el diseño de plantación se inspira
en plantas nativas de California -incluidas muchas de la zona de Monterey- junto
con otras especies compatibles propias de climas mediterráneos, especialmente
de Australia. Las plantas nativas le gustan porque le permiten comprobar lo que
puede dar de sí su paleta de diseño, pero no lo hace con intención de imitar la
naturaleza, sino que, una vez descubiertas, las combina con su propio criterio.
En este proyecto, creado con ese mismo ”espíritu de Monterey”, las 4 hectáreas de superficie que ocupa la casa se sitúan, cerca de la playa de la Bahía de Carmel, en una colina con extraordinarias vistas a ese valle que Bernard Trainor describe como una belleza salvaje que suele verse en las colinas de California, cubiertas de chaparrales y salpicadas por solitarios robles de gruesos troncos: el Valle de Carmel.
He recorrido la costa de California en una ocasión, y creo que es imposible no
enamorarse de su paisaje. “Vestirlo” es, sin duda, todo un reto y si el resultado
es como el que muestra este artículo, creo que solo queda reconocer su belleza.
Fuente
Landscape Arquitecture Magazine. | April 2014
The Transplant | by Bill Marken |Photography
Jason Liske