Foto © Fernando Ruz |
El otoño se suele relacionar con esa época del año en la que los jardineros se dedican, entre otras tareas, a la poda de aquellas plantas vivaces cuya floración ha finalizado. Sin embargo, esta rutina jardinera que consiste en eliminar los tallos secos y marchitos de las herbáceas perennes está cambiando de calendario y las razones de ello son estéticas y, sobre todo, ecológicas.
En los últimos años se aprecian cada vez más los tonos tostados y marrones que aportan en el jardín las plantas vivaces al finalizar el otoño y durante buena parte del invierno. Pero esto no es una cuestión de moda. No se trata de imitar lo que hacen los grandes jardineros por que sí, porque está de moda, o al menos no debería ser así. Tampoco se trata de seguir a pie juntillas la consigna de Piet Oudolf cuando dice «el marrón es un color» sin preocuparnos de lo que realmente quiere expresar con esa frase. Hay que hacerlo convencidos de que detrás de esa decisión hay una práctica de jardinería ecológica, cuyas ventajas nos han llevado a descubrir la belleza que esconden algunas plantas en su fase final.
Foto © RHS / Lee Beel |
Valor ornamental
Desde el punto de vista paisajístico, las razones de retrasar el corte de los tallos florales de plantas herbáceas perennes son principalmente estéticas, ya que las cabezas de semillas secas permiten alargar el interés del jardín en los días más fríos del año, exhibiendo atractivos tonos en marrón o tostado, y ofreciendo estructura al jardín a finales del otoño y durante buena parte del invierno.
Foto © Fernando Ruz |
Foto © Clive Nichols |
Si el jardín se encuentra en zonas de clima frío con fuertes heladas, el espectáculo está servido. Las fotos de cabezas de semillas cubiertas de escarcha son cada vez más apreciadas y compiten con la belleza de las flores primaverales o estivales; las atractivas tonalidades de las hojas otoñales y los vistosos frutos ornamentales en otoño e invierno.
Valor ecológico
Foto © RHS / Carol Sheppard |
Lo ideal es esperar hasta finales del invierno o principios de la primavera, es decir, no cortar el material herbáceo gastado hasta que aparezcan el signos de crecimiento primaveral. También se puede optar por cortar algunos de ellos hasta una altura de unos 40-50 cm por encima del suelo, de modo que sus cavidades huecas sirvan de refugio para insectos durante el invierno.
Por supuesto, los tallos bien triturados también son un excelente refugio para la fauna silvestre, al tiempo que se convierte en un excelente acolchado orgánico que protege el suelo y a través del cual veremos asomar los primeros bulbos, esos que se convierten en heraldos de la primavera y cubren el espacio y el rol ornamental que han dejado las vivaces que todavía descansan. Y así, sucesivamente. Como la vida misma.
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