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Inflorescencias de Drimia maritima (sin. Urginea maritima), cebolla albarrana |
A finales del verano y en otoño suelen verse en las laderas secas y estériles de las zonas costeras del Mediterráneo las altas espigas en flor de Drimia maritima (sinónimo Urginea maritima), una planta herbácea perenne bulbosa que se distribuye de forma nativa por la región mediterránea y aledaños, desde Canarias y las costas atlánticas de Portugal y Marruecos hasta el sur de Irán.

Se caracteriza por el gran tamaño de sus bulbos (entre 10 y 20 cm de diámetro), densos y pesados (hasta 1 kilo), que crecen cerca de la superficie y desarrollan un sistema radicular formado por unas suculentas raíces que son muy eficientes para encontrar agua en las profundidades del suelo seco y pedregoso. Cada bulbo tiene unas 10 hojas coriáceas de color verde oscuro, de hasta 100 cm de largo y 12 cm de ancho. A diferencia de otras plantas bulbosas, cuyo follaje apenas tiene valor ornamental, Drimia maritima ofrece un follaje invernal realmente atractivo, con una decorativa roseta formada hojas basales anchas y largas de color verde oscuro ligeramente onduladas, que nacen en otoño y se secan y desaparecen a comienzos del verano siguiente.

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Foto © Kew Gardens |
Usos de la cebolla albarrana

En jardines de tolerantes a la sequía

El suelo ideal es suelto, arenoso y por tanto bien drenado, ya que en el suelo compacto el bulbo sufre debido al estancamiento del agua. De hecho, es una planta perfecta para jardines de secano, ya que, en general, se satisface con las lluvias, por lo que conviene regarla con moderación, sin excesos, en periodos de sequía prolongada, y raramente o casi nunca en los meses calurosos. En macetas, el suelo está ligeramente húmedo, pero solo si el clima es particularmente seco.
Se puede aplicar dos o tres veces un fertilizante adecuado para plantas bulbosas de flor, desde el reinicio vegetativo y hasta que las hojas estén presentes. De este modo, favorecemos el desarrollo de las hojas, el agrandamiento del bulbo y la producción de flores.
Es una planta que también se puede cultivar de forma segura en macetas siempre que sea grande y profunda y contenga un suelo bastante ligero, como una mezcla de tierra, turba y arena en el fondo.
Tengo que reconocer que no he visto esta planta en la naturaleza. De hecho, ni siquiera sabía de su existencia. Pero el pasado mes de septiembre la descubrí (era inevitable no ver sus inflorescencias) en las rocallas del Jardín Botánico de Valencia y me enamoró. Una gran descubrimiento, la verdad. Otra planta bulbosa de floración otoñal a tener en cuenta para su cultivo en rocallas, en jardines de vivaces con bajos requerimientos hídricos y en los de clima mediterráneo, siempre teniendo en cuenta que el bulbo fresco es venenoso, especialmente las escamas que, debido al simple contacto con la piel, causan irritación y ampollas.