La Alhambra

Esta vez para nuestro viaje no necesitamos hacer reserva de ningún tipo. El único requisito que se necesita para esta escapada es estar enamorado. De alguien o de la vida. De lo que sea, pero el corazón tiene que estar con el estárter en marcha. Si no, uno se queda en tierra.

Washington Irving comentó a un amigo suyo que España es un país que está bajo el poder del encantamiento. No hace falta que os diga que estoy totalmente de acuerdo con él y más aún cuando se habla de lugares donde “las telarañas se convierten en ricas sedas de Damasco” La Alhambra,  la corona que ciñe la frente de su novia, Granada. «Granada es la novia y la Alhambra, la corona que ciñe su frente. Su aderezo y sus vestidos, las flores; su trono, el Generalife; su espejo, los estanques; sus joyas, las gotas de rocío…»  (Ibn Zamrak)

Por eso, no quiero que penséis que hoy vamos a dar un paseo por la Alhambra, no. Por la Alhambra no se puede caminar, se ronda, se revolotea, se deambula. Del mismo modo que creo que la Alhambra no se mira, sino que hay que mirarse en ella. Nos tenemos que ver proyectados como si de un escenario de teatro se tratase y meternos en situación, con el corazón, con el alma. Tenemos que entrar en ella a través de cualquiera de los relatos de Washington Irving “no hay una sala o torre o bóveda de la vieja fortaleza que no haya sido convertida en escenario de alguna tradición maravillosa”.

Tenemos que dejarnos deslumbrar por el efecto caleidoscópico de las muqarnas , sus cúpulas celestiales, y buscar nuestro personaje para volar por la Alhambra, por sus salones, sus patios y sus jardines. Personajes como el fantasma de la princesa Zorahayda tocando un laúd de plata a la luz de la luna llena, o Boabdil y su séquito saliendo a medianoche de las cuevas de la colina con su ejército y sus caballos, para deambular por las dependencias de su palacio.


Si yo hubiera vivido en un paraíso así, tampoco podría abandonarlo nunca. Es pura lógica (…). A Washington Irving le sucedió lo mismo: «estoy apegado a la Alhambra con un hechizo, y es probable que no sea capaz de romperlo«. No cabe ninguna duda, la Alhambra tiene mucho encantamiento. Y nosotros, cuando nos dejamos llevar por él, creamos la magia. Una vez conseguido eso, la visita es lo más parecido a un sueño, a estar, durante las horas que disfrutamos de La Alhambra, viviendo en el paraíso.  


Qué mejor espejo que la Alhambra para contemplarse. Vamos a mirarnos un poco en ella. Como afirmó Washinton Irving: «la sede de la belleza está allí» . Veréis qué guapos nos vemos.

Os dejo enlaces donde podréis encontrar información muy interesante y preciosas fotografías, incluido la documentación del Patronato de la Alhambra, con una edición especial de los «Cuentos de la Alhambra» de Washington Irving.

Fuentes: El embrujo de la Alhambra. Fotoaleph.com Alhambra. J.S. Zolliker Patronato de la Alhambra. Área de Difusión.

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