Otra vez estamos de patios. Es que son vida, independientemente de sus características, su ubicación u origen. Los patios son esos rincones mágicos donde late el corazón de algunas casas, señoriales o modestas. Y, sí, otra vez nos vamos a Mallorca porque allí los patios de las casas señoriales de Palma bien merecen un largo paseo para visitarlos.
Las
plantas no son su sello de identidad, sino el silencio y la luz filtrada. En el
casco antiguo, bajo sus estrechas callejuelas, se esconden grandes y pequeños
patios llenos de silencio en los que la luz trata de colarse entre sus recios
muros. En su época de esplendor eran todo un símbolo de poder y estatus social.
Hoy
en día, constituyen uno de los elementos más característicos de la ciudad
balear. Desde los patios abiertos de la casa romana y los jardines cerrados de
la casa musulmana, a los patios con elementos estructurales de la casa gótica
medieval catalana. También están los que tienen las aportaciones más refinadas
propias del Renacimiento o aquellos más cercanos al Barroco. La mayoría con suelos
empedrados con una ligera inclinación para recoger el agua de lluvia. Algunos
con pozo.
Desde
los primeros patios construidos en
el siglo XIV, la tradición ha
acogido a diversos estamentos sociales: mercaderes, corsarios, nobles y
burguesía. Entre los siglos XVI y XVIII
los patios estaban ligados a la economía
agraria de Mallorca, donde los grandes terratenientes residían en la
ciudad mientras los campesinos
cultivaban sus tierras. De aquel periodo quedan grandes elementos
arquitectónicos y ornamentales ligados a las funciones propias de la actividad
agraria de la isla.
Las casas tienen una estructura
similar: fachada austera, con un portal de acceso, paso de
entrada cubierto entre el portal y el patio
propiamente dicho, descubierto y con arcos, columnas y capiteles. Allí es donde
se realizaba la vida y su protagonismo acababa restando
importancia a la casa en sí. Mirando al patio, las ventanas adornadas con hierros forjados y balaustradas. Las
escaleras conducen a las galerías, que son la antesala de la intimidad de la
casa. La decoración es sobria, con materiales nobles y mobiliario escaso. Hoy
en día podemos ver macetas con plantas verdes e, incluso, algunas plantas de
flor, aunque la flora no se incorporó a los patios de Palma hasta 1800.
Pasado
histórico y modernidad en armonía han dado como resultado edificios institucionales, museos
y, en algunos casos, viviendas particulares, todas ellas dignas de visitar.
Para ello, en primavera se organiza
una ruta que recorre los patios de
la ciudad. En esta ocasión son 18 patios
los que se abrirán en la Palma alta
durante el mes de Mayo y 22 en el mes de Junio en la Palma baja. Tendremos que ir volando, en
barco o soñando, pero allí os espero.
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