Las vendedoras de flores siempre han sido modelos recurrentes para muchos artistas. En realidad, las flores abundan en tantos cuadros y fotografías, que nunca dejamos de sorprendernos y descubrir nuevos trabajos que llegan a despertar nuestra curiosidad, además de fascinarnos. Eso es lo que me ha sucedido con estas fotografías que Bruno Barbey realizó en Portugal.
La fotografía es el único lenguaje que puede ser entendido en cualquier lugar del mundo – Bruno Barbey
He podido leer esa retórica sentencia, con la que no puedo estar más de acuerdo, en la biografía que se publica en el sitio web de Magnum Photos de Bruno Barbey (Marruecos, 1941 – Francia, 2020).
Barbey, que tenía doble nacionalidad, francesa y suiza, estudió fotografía y artes gráficas en la École des Arts et Métiers en Vevey, Suiza. En 1968, Magnum Photos se fijó en él y le encargó documentar los disturbios estudiantiles en París. A partir de entonces, y durante cinco décadas, fotografió en los cinco continentes, cubriendo guerras y conflictos.
Aunque fue un brillante reportero de guerra, a él nunca le gusto encasillarse en ese género. De hecho, se ocupó de buscar y capturar también la esencia de las diferentes culturas que tuvo la oportunidad de conocer, algo que también realizó magistralmente.
Su trabajo ha aparecido en las principales revistas del mundo e ilustran los más de 30 libros que publicó a lo largo de su carrera. Hoy en día, la obra de este icónico fotógrafo se exhibe en todo el mundo y forma parte de numerosas colecciones de museos.
En ese amplio abanico de obras maestras de la fotografía contemporánea, hace poco descubrí unas imágenes que corresponden a la serie que Barbey realizó en Portugal. He invertido tiempo en investigar la serie, pero es prácticamente imposible conocer muchos detalles sobre esas fotografías, más allá de descubrir que, al parecer, se realizó en diferentes viajes que hizo a Portugal en las décadas de los años ochenta y noventa.
Las fotos que hizo a vendedoras de flores en el viaje realizado en 1985 están hechas en Lisboa y en Nazaré, un pueblo pesquero de la costa portuguesa, conocido, no solo por su encanto, sino también porque se ha convertido en una de las mecas del surf gracias a sus enormes olas.
En un viaje posterior a Portugal, en 1993, realizó la otra serie de fotos, en las que captura imágenes de vendedoras de flores y frutas en las calles de Óbidos, un precioso pueblo medieval situado en la región de Lisboa.
Poco más he podido averiguar, salvo el comentario que ha hecho un lectora del blog, que es portuguesa, respondiendo a mi publicación en la página de Facebook. Piensa que Barbey utilizó modelos para esas fotos, porque en aquella época las mujeres jóvenes ya no vestían de esa manera. Y tiene toda la razón. Yo no soy portuguesa, pero sí medio gallega, y algo así había pensado también. Supongo que Barbey había conocido esa tradición en viajes anteriores, una costumbre que retuvo y quiso reproducir en sus posteriores visitas a Portugal. Pero eso es ya cosa de mi propia cosecha.
Afortunadamente, lo que sí se puede apreciar con solo mirar las fotografías es su manejo de la composición y el color. El fotógrafo Jean Loh, que prologa uno de los libros de Barbey, opina que “la mayor contribución de Barbey al mundo de la fotografía fue su audaz uso de la película Kodachrome en una época en la que todo el mundo trabajaba en blanco y negro”. Y es que fue en el año 1935 cuando Kodak introdujo la película analógica Kodachrome, que permitió que por primera vez se pudiesen realizar fotografías en color usando un carrete. Lo curioso es que parece que todo eso fue ayer.
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