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Dixon Prairie. Pradera de plantas autóctonas en el Jardín Botánico de Chicago

Dixon Prairie. Pradera de plantas autóctonas en el Jardín Botánico de Chicago
Este jardín forma parte del plan de conservación y protección de las plantas nativas del Medio Oeste de los Estados Unidos.

Dixon Prairie 

Volvemos a hablar de paisaje y patrimonio, como lo hice ayer al referirme a la Huerta de Valencia; y volvemos al Jardín Botánico de Chicago. En esta ocasión lo hacemos para conocer un jardín en el que ahora crecen más 250 especies de plantas nativas del Medio Oeste de los Estados Unidos en un espacio abierto y rodeado de agua. Dixon Prairie pretende rendir homenaje a un paisaje característico de la zona, donde a principios de 1800 el viento mecía las praderas que cubrían Illinois. Un paisaje formado por altas, muy altas, gramíneas y flores silvestres. Un escenario que hoy en día apenas pueden disfrutar.




El jardín ocupa una superficie de 6 hectáreas, que permite caminar entre diferentes especies vivaces que a muchos pueden parecerles algo desgarbadas, demasiado aisladas, muy espingadas, nada que ver con los híbridos de esas mismas especies que se suelen ver en los jardines hoy en día. Ese lugar semi-silvestre constituye un homenaje y una forma de conectar de nuevo con la tierra y valorar esa herencia. En él se exhibe, y también preserva, un patrimonio que sienta las bases de futuros diseños de jardines.

Para reproducir ese escenario semi-silvestrehan contado con cientos de especies de plantas, además de aves, mamíferos, insectos y más. Todo un repertorio, como en las grandes superproducciones de Hollywood, para que quienes caminen por esos prados, viajen en el tiempo y disfruten de la naturaleza en estado silvestre (o casi), tal y como se presentaba entonces.


6 ecosistemas

Para ello, han recreado 6 ecosistemas de praderas diferentes que existieron en otros tiempos en el noroeste de Illinois:

Dunas de arena seca, zonas pantanosas a lo largo del Lago Michigan; humedales y cauces; colinas de grava; praderas húmedas; y sabanas con arboledas de encinas resistentes al fuego.  Incluso se practica la restauradora quema de áreas seleccionadas, a principios de primavera y otoño, cuando las plantas están en crecimiento activo. 

Pero lo más importante, desde mi punto de vista, es que este jardín es un ejemplo, un homenaje, un patrimonio que quieren preservar y conservar como modelo. Pero, que no corran los imitadores, que los hay en todas partes y facetas de la vida, que no pretendan hacer una reproducción fiel; que no vayan a lo fácil, porque si lo hacen así, tienen todas las de perder. Estamos en el siglo XXI, las circunstancias cambian y los ecosistemas también. Las rudbeckias y equináceas que inunden nuestros jardines serán igual de bellas, pero tendrán otras características. Las plantas se hibridan para adaptarse a diversas necesidades y condiciones. La vida avanza y, con ello, también cambia. Nosotros, nuestros jardines, tienen que adaptarse, porque esa es la ley básica de la Naturaleza, si queremos un resultado exitoso. 

Aster Smooth Blue | Foto Frank Mayfield en Flickr
Dave Bolenbaugh en Flickr
Dalea purpurea | Foto Joshua Mayer en Flickr
Castilleja sessiliflora | Foto Jerry Oldenettel en Flickr


Cómo me gusta que lo jardines botánicos de todo el mundo viajen en el tiempo para recordarnos de dónde venimos y hacia dónde estamos casi obligados a ir. Y, hablando de ir…  os recuerdo que a Illinois he «viajado» con este blog en otras tres ocasiones, y todas en el siglo XXI… Allí vimos jardines naturalistas que brillan con luz propia: Lurie Garden (Piet Oudolf) en Chicago y el maravilloso jardín creado por Adam Woodruff en Jones Road, que “visitamos” a comienzos del verano de 2014 y en el mes de agosto de 2013

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